Dubai. Babel.

Volviendo de Sudafrica con Clau, hicimos escala en Dubai, esa ciudad mitica, la que surgió en el desierto en solo 20 años, la del rascacielos mas alto del mundo, y que se yo cuantos superlativos mas. Lo que vimos en 10 horas ahí­ es algo imperdible.

He aquí­ la anécdota: la cosa era que nuestra escala era de 11 horas; llegamos de Durban a las 5 de la mañana, y el vuelo para Zurich era a las 4 de la tarde, así­ que apenas aterrizamos nos buscamos la manera de salir del (inmenso) aeropuerto de Dubai, y conocer un poco la ciudad.

Lo complicado de tal emprendimiento fue que Claudia posee un pasaporte boliviano, el cual requiere visas para entrar a varios paí­ses del mundo, incluyendo los Emiratos Arabes Unidos (donde se encuentra, justamente, Dubai). Así­ que fue medio tanteando la cosa que nos acercamos al mostrador de Emirates (la linea aérea) que nos dijo que, pagando lo que se debe (unos 50 dólares) no hay problema.

Dubai es el reino de la guita, y se nota hasta en estos detalles. Cabe aclarar que Clau no tuvo tal problema en Sudafrica, que es uno de los pocos paí­ses de Africa que permite el ingreso de ciudadanos bolivianos sin drama ni visa alguna. Gracias Nelson!

Bueno, para hacer corta la historia, tramite va tramite viene, recién a las 8 llegamos (muertos) al hotel “Marco Polo” de Dubai, en la calle Al Muteena - que a mi me suena como un pariente lejano de la Almudena de Madrid, y seguramente tendrán algo en comun.

Para que se den una idea, en Dubai a las 5 de la mañana la temperatura era de 32 grados. Pasear por la ciudad se convierte en un ejercicio de acrobacia y estilo, entrando y saliendo de lugares con aire acondicionado; son temperaturas que ni los arabes se bancan. Apenas salí­s a la calle y se te empañan los anteojos de sol. Sentí­s que tu cuerpo te increpa con un “eeeeeeehhhhh que te paaaaasa???” a cada paso. El pavimento quema, las paredes de cualquier edificio queman, el picaporte de la puerta del taxi quema, todo quema.

Ojo, esto es a fines de mayo, por lo tanto en el hemisferio norte es verano; por ahí­ el clima es un poquito mas clemente en diciembre, pero algo me dice que no es así­.

El gordo Casero habla, en una de sus versiones de “Aquel Maldito Champán”, de un calor en la Pampa donde “hasta las lagartijas andaban con sombrilla”. Bueno, acá ver gente cruzando la calle con paraguas no es raro. El sol árabe no es moco de pavo. 32 grados, a esa hora, hermano, me hizo recordar algún verano en Buenos Aires con esa temperatura, pero esta vez con muchí­sima menos humedad (casi nada). Muy sofocante, hasta te cuesta respirar. La sangre polaca en mis venas rechaza tales temperaturas con fervor patriótico, con ahí­nco y con estupor.

Y con sed. No se olviden la botella de agua mineral si salen a pasear, no es broma lo que les digo. En segundos te deshidratás, mal.

No solo todo es caliente, sino que, además, todo es amarillo; hay arena por todos lados, y los vientos calientes del desierto del Rub’ al Khali traen arena continuamente (suena la musica de Laurence de Arabia para acompañar este pasaje de mi relato).

Dubai es una ciudad artificial creada a partir de la nada, en un lapso récord, de solo 20 años. Y se nota; todo esta nuevo, reluciente, las calles son anchas y perpendiculares, es la apoteosis de la ciudad diagramada, una La Plata con esteroides, en la cual las diagonales fueron pensadas como autopistas desde el vamos.

Pero, para ser sinceros, este parece ser el lugar menos indicado del mundo para vivir, o al menos esa es la sensación. Y en medio de este horno, la gente es muy cálida (en todos los sentidos de la palabra, no es chiste); realmente hay una gran amabilidad en el aire, el trato es cordial para con el turista (sobre todo cuando no entendes pepa de arabe, como nos pasa a nosotros y a tantí­simos otros). Y cuando digo gente, no digo arabes, porque en Dubai casi casi te dirí­a que son minorí­a. La gente viene de todos lados; rusos, chinos, srilankeses, hindúes, africanos, todos están aquí­.

El ingles es el nuevo latí­n que, al menos por ahora, mantiene la torre de Babel en pie.

Dubai tiene una actividad económica increí­ble, y eso se nota de dos maneras: primero, porque hay negocios de cualquier cosa, en cualquier lado, abiertos a toda hora, y por otro lado, porque hay unos atolladeros de transito que no se puede creer. Imagí­nense que hace 20 años apenas, a esta ciudad la conocí­a solo el jeque y los 30 pescadores que viví­an por ahí­. Parece raro, pero no hay manera de evitar atolladeros incluso cuando has puesto autopistas en cada esquina. O mejor dicho, aquello es causa de eso, justamente.

Dubai es la ciudad que mejor representa el “Antropoceno”, la nueva era geológica de este planeta, en la cual la raza humana se transforma en la mayor fuerza tectónica que haya jamas modificado la faz de la tierra.

Dubai da miedo.

Por ejemplo, se tiene que importar agua para regar los parques (que son hermosos), de otra manera no habrí­a suficiente agua para mantener en vida una flora sorprendente en medio de una desolación absoluta. Porque el desierto no perdona.

Dubai es una lucha perdida de antemano.

Cuando salis de Dubai en dirección de Durban, la ruta del avión atraviesa el famoso desierto arabe que les mencione anteriormente; y créanme, visto desde el avion, es una desolación total. Un mar de arena, no hay nada. Al lado de este desierto, la Patagonia se parece al Amazonas. Al menos hay cardos y tenés alguna probabilidad de perderte y terminar en el Bolsón.

Acá, nada de eso. Te perdiste, sos boleta.

El aeropuerto de Dubai merece otro capitulo. Solamente la terminal 3 constituye en si misma el edificio mas grande del mundo por superficie cubierta, tiene dimensiones delirantes, unas 160 canchas de fútbol una al lado de la otra, y encima lo están agrandando; no solo eso, sino que están ya construyendo la terminal 4, como si no hubiese ya bastante espacio para recibir aviones y gente. De los 48 millones de pasajeros que transitan por aquí­ cada año, creo haber leí­do por ahí­ que quieren llegar a los 98 millones de pasajeros. Dos veces Argentina, por año, respirando este aire acondicionado, yendo a cualquier lado del mundo.

Como les digo, el aire adentro de este aeropuerto (como adentro de cualquier taxi, hotel, bar y cabina telefónica en esta ciudad) esta totalmente acondicionado, lo cual nos dejo pensando a Clau y a mi en la cantidad de megawatts por hora que esta gente consume en aire acondicionado. Creo que Itaipú, Atucha y el complejo Chocón-Cerros Colorados juntos no bastarí­an para sostener tal demanda.

Y finalmente, para seguir con la anécdota, después de una siesta en el hotel, dejamos las valijas y nos fuimos al Burj Khalifa, el edificio mas alto del mundo. Visita turí­stica tí­pica y obligada. Buscando la entrada para turistas, en un momento salimos a la calle, y siendo ya mediodí­a, la temperatura rondaba los 40 grados a la sombra. Como pueden imaginarse, volvimos corriendo a los pasillos del shopping center que esta al lado del edificio. No se banca, así­ nomas.

Con respecto al Burj Khalifa, miren, en junio del 2000 pude subir a las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York. Unos 110 pisos de alto, una estructura que me dejo atónito en su envergadura. Despues el año pasado subimos con Clau al Empire State. Unos 100 y pico pisos de alto.

Pero el Burj Khalifa, muchacho, esta las manda al vestuario a esas, a las torres Petronas y al Taipei 101 todos juntos, con la cola entre las patas y como si el Barcelona las hubiese goleado por 5 a cero. No solamente por su altura, sino por una belleza intrinseca, casi organica.

Me hizo pensar por momentos a los cruceros Calamari que usan los rebeldes para destruir la segunda estrella de la muerte en “El Regreso del Jedi” (no se rí­an de mis referencias arquitectónicas, por favor). El Burj Khalifa es antisimétrico, altí­simo, curvo, parece una planta que emerge del suelo. Es absolutamente delirante. Y la figura de este edificio transforma totalmente el perfil de la ciudad de Dubai cuando la ves desde el aire.

Siguiendo en la linea “Star Wars”, Dubai parece como si hubiesen construido Coruscant en Tatooine. El que sea fanático, que comprenda la comparación.

La visita guiada que te hacen en el Burj Khalifa te permite subir solamente (!) hasta el piso 125, desde donde podes ver que la cosa sigue para arriba de manera vertiginosa, imparable. Es mas; desde la terraza de observación para los turistas no se ve la punta, no se ve donde termina el edificio; y obviamente, de eso se trata.

Hay una desmesura en Dubai que supera lo imaginable. No voy a entrar en discursos kitsch sobre la “proyección al mundo”, la “demostración de poder”, nada de eso; simplemente digo, algo muy loco esta pasando ahí­. Les dejo el texto que esta en la entrada, que habla por si mismo.

El texto reza lo siguiente:

I am the power that lifts the world’s head proudly skywards surpassing limits and expectations.

Rising gracefully from the desert and honouring the city with a new glow, I am an extraordinary union of engineering and art, with every detail carefully considered and beautifully crafted.

I am the force of collective aspirations and the aesthetic union of many cultures. I stimulate dreams, stir emotions and awaken creativity.

I am the magnet that attracts the wide-eyed tourist, eagerly catching their postcard moment, the centre for the world’s finest shopping, dining and entertainment and home for the world’s elite.

I am the heart of the city and its people, the marker that defines Emaar’s ambition and Dubai’s shining dream.

More than just a moment in time, I define moments for future generations.

I am Burj Khalifa.

Escribo estas lineas escuetas mientras sobrevolamos el norte de Irak y Armenia en nuestro vuelo de regreso a casa. Este primer viaje nuestro al hemisferio oriental fue demasiado delirante; tengo los ojos llenos de recuerdos, las papilas con sabores nunca antes imaginados, los oí­dos con músicas nunca antes vistas. Y con preguntas sin respuesta.